Comenzar el curso en la asignatura de Plástica en 1º de ESO siempre presenta una oportunidad única: la posibilidad de sentar las bases para un año de aprendizaje, desarrollo de la creatividad y crecimiento personal.
A lo largo de mi experiencia como docente, he comprendido la importancia de crear un ambiente de confianza y seguridad desde el principio, tanto para mis alumnos como para mí mismo.
La creatividad florece cuando los estudiantes se sienten en un espacio donde pueden expresarse sin miedo a ser juzgados. Pero para que esto ocurra, es fundamental invertir tiempo en conocernos mutuamente, de modo que la clase no sea solo un grupo de estudiantes aislados, sino una comunidad que trabaja y aprende de manera conjunta.
Una de las actividades con las que me gusta comenzar el curso tiene dos partes esenciales, que me permiten conocer tanto las habilidades artísticas de los alumnos como sus intereses y emociones. Primero, les pido que realicen un dibujo libre. No hay reglas estrictas ni limitaciones sobre el contenido o la técnica; pueden dibujar lo que les apetezca, desde un paisaje, un retrato, un personaje de videojuegos, hasta algo más abstracto. Esto me ayuda a ver en qué nivel se encuentran en términos de competencia artística, pero también me proporciona una visión de su enfoque ante una tarea creativa. ¿Son detallistas? ¿Les gusta experimentar con colores? ¿Se sienten cómodos en el proceso o muestran inseguridad? Todo esto me da pistas sobre cómo guiarles a lo largo del año, personalizando el aprendizaje para que cada alumno crezca desde su propio punto de partida.
La segunda parte de la actividad es más introspectiva. Los alumnos responden una serie de preguntas que exploran no solo su relación con el arte, sino también aspectos más personales de sus vidas, sus emociones y sus intereses. Algunas de las preguntas que incluyo en este cuestionario son: “¿Cuál es tu pasatiempo favorito?”, “¿Tienes algún artista favorito?” o “¿Te gusta más trabajar solo o en grupo?”. A través de estas preguntas, que cubren tanto el terreno artístico como el personal, puedo obtener una comprensión más holística de cada uno de ellos. No se trata únicamente de conocer lo bien que dibujan o qué técnicas prefieren, sino de descubrir qué les motiva, qué les interesa fuera del aula y cómo perciben su relación con el arte.
Una vez completadas estas dos actividades, hacemos una dinámica grupal que considero fundamental para romper el hielo y fomentar la cohesión entre los alumnos. Cada estudiante sale a la pizarra para presentar su trabajo y compartir alguna de las respuestas del cuestionario que les haya resultado más significativa.
Este ejercicio tiene varios objetivos: en primer lugar, les da la oportunidad de expresarse ante sus compañeros, lo cual es un paso crucial para que pierdan el miedo a compartir sus ideas y trabajos artísticos a lo largo del curso. En segundo lugar, permite que todos los miembros de la clase se conozcan mejor, descubriendo intereses comunes que pueden fortalecer las relaciones entre ellos. La idea es que no solo me conozcan a mí como profesor, sino que también se vean entre ellos como parte de un grupo que va a aprender y crear de manera conjunta.
El punto culminante de esta actividad llega cuando, les presento mis propias respuestas al cuestionario. De este modo, los alumnos también pueden conocerme más allá de mi rol de docente. Les hablo de mis aficiones, les cuento qué tipo de arte me gusta crear, cuáles son mis artistas favoritos, y les enseño un dibujo realizado por mí. Este gesto busca humanizar mi figura frente a ellos, y demostrarles que el arte es un proceso continuo de aprendizaje, en el que todos, incluidos los profesores, seguimos explorando y desarrollando nuestras capacidades.
Al finalizar esta actividad, lo que queda es una clase en la que el ambiente es mucho más relajado y propicio para la creatividad. Los alumnos se sienten más conectados entre sí, y yo tengo una comprensión más profunda de quiénes son y cómo puedo ayudarles a lo largo del curso. Este enfoque inicial, sienta las bases para un aprendizaje más eficaz y enriquecedor. Al conocer a mis alumnos, no solo en lo artístico, sino también en lo personal, puedo adaptar los proyectos y actividades de la clase, acompañado en su proceso de desarrollo.
En definitiva, dedicar tiempo a conocer a los alumnos y permitir que ellos me conozcan a mí es una inversión esencial para el éxito del año escolar. La confianza y la empatía que se generan en este proceso no solo facilitan el aprendizaje, sino que también potencian la creatividad, la cual es la esencia misma de la asignatura de Plástica.
Cuando los alumnos se sienten seguros, comprendidos y valorados, están más dispuestos a experimentar, a tomar riesgos creativos y, lo más importante, a disfrutar del proceso de creación artística.
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